Cuando producimos una emoción negativa y nuestro Yo no logra administrarla en forma eficiente, esta persiste y genera una acumulación de esa energía o un “bloqueo”. Es decir, se pierde la fluidez o capacidad de adaptación, haciendo que la emoción se vuelva persistente. Con el tiempo, si la emoción no circula, puede incluso llegar a cristalizarse como un rasgo de la personalidad, y llegar incluso a formar un trastorno patológico.
En cambio, cuando el organismo se impregna de energía con frecuencias vibracionales armónicas (altas) los bloqueos se disuelven restableciendo la libre circulación de las emociones que se manifiestan entonces en formas positivas.
Los remedios florales son los “patrones energéticos” (una determinada frecuencia vibracional) de las flores con las que trabajamos, que se transmiten por medio del agua, y son capaces de impregnar el campo emocional del consultante. Al entrar en contacto con cierta cualidad energética el campo se “contagia”, es decir, sintoniza dicha frecuencia por un fenómeno llamado “resonancia”. Así, el estímulo de las flores funciona como un llamado que despierta justamente la emoción que el organismo no está pudiendo manifestar por sí sólo.
Las diferentes flores aportan la cualidad específica necesaria para superar cada obstáculo interno y recomponer el estado de salud. Por ejemplo ante el miedo, se administra una esencia que facilita el surgimiento del coraje o ante la ira, una que favorezca la comprensión del otro produciendo calma.
Los conflictos se van limpiando en forma gradual, desde los mas superficiales hasta los mas profundos, como por capas.
Retomando el ejemplo anterior, una vez que se trata la ira que sería a primer capa, se comprende al otro, se baja la defensiva y se recupera la calma. Entonces, podemos correr el foco y tomar conciencia de nuestro propio conflicto interno y aflorar una segunda capa, tal vez surgir angustia o tristeza porque nos sentimos heridos. El tratamiento de estas emociones requiere una modificación de la selección de flores, y así sucesivamente, hasta llegar al estado de armonía o, al menos, superar el motivo de consulta.